Una zorra pequeña vio un día, por vez primera, un caballo. Le causó tanta sorpresa, que corrió a darle la gran noticia al lobo.
—No puedo contarte lo que he visto —le dijo—. Es un animal asombroso. Tienes que verlo.
El lobo se rió de la agitación de la zorra y pidió que se lo describiera. Por fin, logró ésta convencerlo de que fueran juntos adonde estaba el animal.
El caballo los miró con desconfianza y cuando le dijeron que sentían curiosidad por saber su nombre, el noble animal respondió:
—Si se acercan más, podrán leerlo en las suelas de mis zapatos.
La zorra dudó y confesó que jamás había ido a la escuela.
—Pero mi amigo el lobo —agregó— es muy instruido, porque sus padres, grandes señores, le han dado muy buena educación. Él lo leerá.
El lobo, inflado de vanidad, se acercó a mirar los cascos del caballo. Una tremenda coz, bien aplicada, lo arrojó por los aires con tres dientes de menos. Después de lo cual, el caballo se alejó al galope, con un relincho burlón.
Moraleja
Por lo que entendemos que vale mucho ser prudentes ante lo que desconocemos.
Este cuento ha terminado.