En la periferia de un antiguo pueblo minero, se rumoraba sobre la existencia de una casa abandonada donde los ecos del pasado no descansaban. Intrigado por estas historias, Alex, un joven periodista con un especial interés en lo paranormal, decidió investigar el lugar para su próximo artículo.
Una fría noche de octubre, Alex llegó al pueblo con su equipo: una cámara, grabadoras de sonido, y un medidor de campos electromagnéticos. La casa en cuestión estaba al final de un camino de tierra, rodeada por un bosque denso que parecía absorber cada sonido excepto el crujir de sus propios pasos.
Al entrar, la atmósfera pesada de la casa lo golpeó; el aire estaba saturado con el olor a moho y a historias no contadas. Alex comenzó su exploración, documentando cada habitación con su cámara. Mientras se adentraba más, comenzó a escuchar lo que parecían susurros apenas audibles. Cada vez que encendía la grabadora, los susurros cesaban, dejando solo el silencio y la sensación de estar siendo observado.
Decidido a llegar al fondo de la historia, Alex se dirigió al sótano, donde los fenómenos parecían intensificarse. Al descender las escaleras, una brisa fría lo envolvió, y el medidor de campos comenzó a emitir pitidos erráticos. Allí, encontró un antiguo diario cubierto de polvo perteneciente al último propietario, un minero que había desaparecido misteriosamente décadas atrás.
El diario revelaba una obsesión con lo oculto y describía un ritual destinado a contactar a seres de otra dimensión. Según el diario, el minero había realizado el ritual en ese mismo sótano, pero nunca registró si tuvo éxito. Mientras Alex leía, los susurros regresaron, más claros y cercanos que antes. Esta vez, no dejó de grabar; las voces parecían clamar por ser escuchadas.
De repente, una voz clara rompió el coro susurrante, diciendo solo una fecha repetidamente. Era la fecha del próximo equinoccio. Alex, ahora profundamente perturbado pero incapaz de detener su búsqueda de respuestas, decidió que volvería en esa fecha.
El día del equinoccio, acompañado por expertos en lo paranormal, Alex regresó al sótano. A medida que el reloj marcaba la medianoche, comenzaron el ritual descrito en el diario. Lo que siguieron fueron horas de fenómenos inexplicables: sombras fugaces, objetos moviéndose solos y una voz que hablaba en un idioma desconocido.
Al amanecer, todo se calmó. Las grabaciones eran evidencia de lo ocurrido, aunque difíciles de explicar. Alex publicó su artículo, que se convirtió en el inicio de una serie de investigaciones sobre lugares embrujados. Sin embargo, siempre volvía a ese sótano en el equinoccio, esperando entender completamente el eco de medianoche que había cambiado su vida para siempre.
Moraleja: A veces, en la búsqueda de la verdad, encontramos más preguntas que respuestas, y cada respuesta abre la puerta a misterios aún más profundos.