Éste era un conejito blanco que tenía una casita de palmas. Un día llegó a visitarlo la zorra.
—Conejito blanco —le suplicó—, déjame entrar un momento en tu casa, que tengo frío.
Y así que estuvo dentro, la zorra dispuso:
—Aquí no cabemos los dos. La casa es muy chiquita.
Y el conejito, llorando, tuvo que salir.
Por el camino encontró a un gato.
—¿Por qué lloras? —el gato le preguntó.
—¡Cómo no voy a llorar! —respondió el conejito—. Yo tenía una casita de palmas. La zorra me pidió permiso para entrar, y después, cuando estuvo dentro, me echó a la calle.
—¡Yo le voy a dar un susto a esa zorra! —dijo el gato hecho una furia.
Pero cuando llegó frente a la zorra, ésta le replicó tranquilamente:
—Mira que si salgo te voy a comer.
—Entonces me voy —contestó el gato, y se fue corriendo.
El conejo, todo lloroso, se retiró también.
Por el camino tropezó con un asno.
El asno le preguntó:
—¿Por qué lloras, conejito blanco?
—¡Cómo no voy a llorar! Yo tenía una casita de palmas. Dejé entrar a la zorra, y la zorra me echó fuera.
—Iré yo a darle un susto a esa zorra —dijo el asno, y corrió hasta la casita de palmas.
—¡Sálgase de ahí la zorra! —gritó dando un rebuzno amenazador.
—Si salgo te voy a comer —le replicó la zorra tranquilamente.
—Entonces me voy —dijo el asno, y se fue corriendo.
El conejito, todo lloroso, se retiró también.
Por el camino se encontró a un gallo.
El gallo le preguntó:
—Conejito blanco, ¿por qué lloras?
Contestó el conejito:
—¡Cómo no voy a llorar! Yo tenía una casita de palmas. Permití entrar a la zorra, la zorra me echó a la calle y ahora no me deja entrar a mí.
—Iré yo a darle un susto a esa zorra —dijo el gallo, y se fue a la casita de palmas.
Cuando llegó allá, se puso detrás de la casa y cantó con todas sus fuerzas:
—Aquí en la mano tengo un fusil para matar a la zorra. ¡Quiquiriquí! Si no sale corriendo la mato yo aquí de un solo tiro. ¡Quiquiriquí!
Espantada por el ruido que el gallo hacía con su canto, la zorra escapó mientras decía:
—Me voy corriendo.
¡Y salió con tanto susto, que no volvió nunca más!
Moraleja: Zorra tranquila, ante el que ruega; zorra atrevida, con el que llora: zorra miedosa, hablándole fuerte; fue zorra astuta, mas no fue valiente.
Este cuento ha terminado.