Había una vez, en un bosque lleno de árboles altos y flores coloridas, un pequeño colibrí llamado Coli. Coli era conocido por su plumaje brillante y su energía interminable. A pesar de su tamaño, Coli siempre soñaba en grande y creía que podía lograr cualquier cosa con fe y esfuerzo.
Un día, Coli escuchó a los animales del bosque hablar sobre el Árbol Gigante, un árbol tan alto que tocaba el cielo. Todos decían que nadie había logrado volar hasta su cima porque estaba muy lejos y era muy difícil llegar. Pero Coli no se desanimó. Con sus pequeñas alas zumbando, decidió que él sería el primero en llegar a la cima del Árbol Gigante. Antes de comenzar su viaje, Coli cerró los ojos y dijo una pequeña oración: “Dios, dame fuerzas y guía mis alas para alcanzar mi sueño”.
Coli voló alto y rápido, pero el Árbol Gigante parecía alejarse más y más. A mitad de camino, se sintió cansado y dudó de su capacidad para llegar. Sin embargo, recordó su oración y decidió tener fe en Dios y en sí mismo.
Cada vez que Coli se sentía fatigado, cerraba los ojos por un momento y repetía su oración, sintiendo una nueva ola de energía y determinación. Poco a poco, el pequeño colibrí fue avanzando, más alto que nunca.
Finalmente, después de mucho esfuerzo y fe, Coli llegó a la cima del Árbol Gigante. Desde allí, podía ver todo el bosque y más allá. Sus amigos animales lo vieron desde abajo y lo aclamaron con alegría y asombro.
Coli se dio cuenta de que su fe en Dios y en sus propias habilidades lo había llevado hasta la cima. Entendió que, aunque a veces el camino parecía difícil y largo, la fe podía darle la fuerza necesaria para superar cualquier obstáculo.
Y así, Coli regresó al bosque como un héroe, inspirando a todos a soñar en grande y a creer en sí mismos y en Dios. Desde ese día, cada vez que los animales del bosque enfrentaban un desafío, recordaban la historia del pequeño colibrí y el Árbol Gigante, y cómo la fe puede mover montañas.