El sol del verano ardía sobre el campo, y la cigarra cantaba alegremente desde su rama, disfrutando del clima cálido sin ninguna preocupación. Mientras tanto, en el suelo del bosque, las hormigas trabajaban incansablemente, acumulando alimentos en su hormiguero para el invierno.

A medida que el verano daba paso al otoño, los árboles perdían sus hojas y el aire se tornaba frío y hostil. La despreocupada cigarra, que no había preparado nada para los meses más fríos, comenzó a sentir el peso del invierno sin comida ni refugio.

Con el estómago vacío y tiritando de frío, la cigarra se dirigió al hormiguero y rogó por algo de comida y refugio. Una de las hormigas, asomando la cabeza, escuchó la petición de la cigarra.

—¿Por qué no guardaste comida durante el verano cuando había en abundancia? —preguntó la hormiga. —Yo estaba ocupada cantando —respondió la cigarra, esperando simpatía.

La hormiga, con un tono de voz firme y un tanto severo, replicó: —Mientras tú cantabas y disfrutabas del verano, nosotros trabajábamos para asegurar nuestro futuro. ¡Ahora, es tiempo de que bailes al ritmo que tocaste!

Diciendo esto, la hormiga cerró la puerta del hormiguero, dejando a la cigarra afuera en el frío.

Moraleja#

Debemos ser prevenidos y pensar en el futuro, para no encontrarnos en dificultades cuando los tiempos cambien.

Este cuento ha terminado.