Ana era una ávida lectora que pasaba sus tardes en la vieja biblioteca del barrio. Un día, mientras buscaba un libro en la sección de novelas románticas, tropezó con alguien. Al levantar la vista, se encontró con los ojos verdes de Carlos, un joven que también amaba la lectura.
”Lo siento mucho,” dijo Ana, avergonzada mientras recogía el libro que había dejado caer.
”No te preocupes,” respondió Carlos con una sonrisa, “a veces los mejores encuentros son los más inesperados.”
Desde aquel día, Ana y Carlos comenzaron a encontrarse más seguido en la biblioteca. Siempre había algo nuevo que discutir, algún libro que recomendar. La conexión entre ellos se hacía más fuerte con cada conversación.
Una tarde, Carlos se armó de valor y le propuso a Ana ir a tomar un café. Ella aceptó con una sonrisa tímida. En el café, entre risas y conversaciones profundas, se dieron cuenta de que tenían mucho en común. Carlos le contó sobre sus sueños de ser escritor y Ana habló de su amor por la enseñanza.
”Me encanta estar contigo,” confesó Carlos después de un rato. “Eres como el personaje principal de mi novela favorita.”
Ana sonrió y respondió: “Y tú eres como ese héroe que aparece cuando menos lo esperas.”
Así, empezaron a pasar más tiempo juntos, explorando su amor por los libros y la literatura. Solían leer juntos en el parque y asistir a eventos literarios. Cada momento compartido fortalecía su vínculo.
Sin embargo, no todo fue fácil. Un día, Carlos recibió una oferta de trabajo en otra ciudad, lo que puso a prueba su relación. Ambos estaban tristes pero decididos a enfrentar el reto. Prometieron mantenerse en contacto y visitarse siempre que pudieran.
En la estación de tren, Ana y Carlos se abrazaron con fuerza. “Te voy a extrañar mucho,” dijo Ana con lágrimas en los ojos.
”Volveré por ti,” prometió Carlos. “Esto es solo temporal.”
A pesar de la distancia, su amor no disminuyó. Se escribían cartas y hablaban por teléfono todos los días. Cada visita era un reencuentro lleno de emoción y alegría.
Después de meses de estar separados, Carlos tomó una decisión. No podía imaginar su vida sin Ana. Un día, apareció en la biblioteca donde se conocieron, con un ramo de flores en la mano.
”Ana,” dijo con voz firme, “no quiero pasar un día más sin ti. ¿Te casarías conmigo?”
Ana, sorprendida y feliz, corrió a sus brazos. “Sí, Carlos, sí. No puedo imaginar mi vida sin ti.”
Decidieron mudarse juntos y construir una vida compartida. Compraron una pequeña casa y la llenaron de libros y recuerdos. Juntos, empezaron a escribir su propia historia de amor, una llena de aventuras, comprensión y mucho cariño.
La vida les enseñó que el verdadero amor puede superar cualquier obstáculo y que, a veces, los mejores encuentros son los más inesperados. Ana y Carlos vivieron felices, siempre con un libro en la mano y el corazón lleno de amor.